jueves, 21 de febrero de 2008

Marta

Todavía recuerdo aquella noche en Chicote. Yo fumaba, escondido en un rincón, mientras tú tragabas una ginebra tras otra. A Perico se le estaban terminando las botellas de agua tónica india, y, resignada, mezclabas con agua.
Entonces me acerqué a la barra y, mientras pagaba un Martini que abandoné entero, la cereza flotando en la copa, dejé caer un rollo fotográfico en el bolsillo de tu abrigo.

Caminaba todavía hacia la puerta cuando te abordaron los milicianos. Eran aquellos sucios compinches del sargento Martínez, que, desde hace días, no deseaban otra cosa que llevar tu cuerpo a una de sus casas mientras dejaban que yo huyera, un pez demasiado gordo para ellos.

domingo, 10 de febrero de 2008

Myrddin

Te llaman hijo del diablo, Myrddin. Según unos, vives en los bosques de Caledonia, huyendo de la guerra en que perdiste la razón. Según otros, te has acercado a los grandes, ofreciéndoles tus profecías. Hay quienes dicen que por las noches gritas, atrapado entre las raíces de un roble, para recordarnos el peligro de enseñar nuestros poderes a quienes harían mal uso de ellos.

Durante años recorrí tus huellas por Coed Celyddon, Camarthen y otros lugares de Albión, esperando que te mostraras a un inmortal como yo; probé la sangre celta, sajona y normanda; me hospedé en las abadías y en los pajares, en las posadas y en los palacios. Pregunté a los aldeanos y a los grandes señores; investigué en los scriptoria y en los aquelarres; con los años, incluso llegué a aprender alguna cosa.

Myrddin, si alguna vez los gnomos hacen llegar a tus manos la carta que ahora entierro bajo este tronco centenario, recibe los saludos de quien ha comprendido que no es necesario buscar para encontrarte.

martes, 5 de febrero de 2008

Anteros

Ayer, por casualidad, volví a ver tu estela, Anteros. Antes estaba allí, en mitad del campo, bajo el cielo estrellado de las noches manchegas. Ahora yace en un oscuro museo provincial, bajo cuyas sombras pude quitarme las gafas de sol y el sombrero para leer el breve texto que daba cuenta de tu corta vida:

ANTEROS FLAV
AE CILI SERVAS
VERNAE A...E
LIBERTE AN
ORVM XV
H S E S T T L

¡Te fuiste tan pronto Anteros! Años después, todavía jugaban los niños en el atrio de aquella casa, y en el crepúsculo se escuchaban, en el bosque, los últimos trinos de los gorriones. Nadie diría que en aquella comarca viví, alimentándome de tu joven sangre.